Las historias y hazañas de la mítica Sección Gato durante la guerra de Malvinas
Durante el conflicto del Atlántico Sur, existió un grupo de hombres que protagonizó muchos de los momentos más relevantes de aquel tiempo
En la guerra de Malvinas, el Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino tuvo una relevancia singular: sus efectivos protagonizaron la recuperación de las islas, fueron testigos del desembarco británico, combatieron en San Carlos y defendieron la soberanía argentina en las islas hasta el último día. En ese contexto, los integrantes de la sección Gato del 25, protagonizaron varios momentos que los convertirían en leyenda.
El RI 25 partió hacia las islas desde de Sarmiento, una ciudad ubicada en la provincia de Chubut, a aproximadamente 150 kilómetros de Comodoro Rivadavia. Allí, un domingo de marzo del año 1982, algunos de los efectivos fueron convocados a la casa del jefe y, al llegar, debieron jurar preservar el secreto de la operación militar que tendría por objetivo recuperar las Malvinas y terminar con la usurpación británica: a esta operación se la conocería, tiempo más tarde, como Operación Rosario.
Dentro de la organización del regimiento se encontraba la “Compañía C”, liderada por el teniente primero Carlos Daniel Esteban y compuesta por tres secciones: Bote, Romeo y Gato; a cargo de esta última, se encontraba el subteniente Roberto Reyes.
LOS DETALLES DE UNA OPERACIÓN CLAVE
En diálogo con DEF, el hoy general retirado y veterano de la guerra de Malvinas Roberto Reyes detalla que la sección lleva ese nombre en honor a uno de sus encargados: el “Gato” Colque. “Era un referente para todos. Fue un soldado comprometido con la patria que hacía todo con excelencia”, confiesa.
Reyes, quien al regresar de la guerra fue reconocido con la medalla “Al valor en combate”, cuenta que las tareas de desembarco comenzaron el día 2 de abril cerca de las cuatro de la mañana: “Formábamos parte de la cabeza de vanguardia que iba a establecer la cabeza de playa de esa operación. Recuerdo haber estado orbitando en el agua con el vehículo anfibio y con parte de mi sección. Una vez que se ordenaron en dirección a Playa Roja, que era nuestro objetivo, recuerdo ver en la retaguardia a las compañías anfibias y, en el fondo, al ARA San Antonio. Fue una operación soñada por cualquier soldado: en minutos más, íbamos a recuperar nuestras islas”.
DISPUESTOS A TODO EN DEFENSA DE NUESTRA SOBERANÍA
El tiempo fue transcurriendo y, con el correr de los días, la guerra iba recrudeciendo. Hacia mediados de mayo, y bajo las órdenes del teniente primero Esteban, un equipo de combate se ubicó en San Carlos: la sección Gato estaba entre ellos.
“Esto comienza con una orden preparatoria, el 12 o 13 de mayo, para desplazarnos a una isla que no conocíamos y que, luego, se confirmó que era el establecimiento de San Carlos, a la altura 234″, detalla el oficial de Infantería, quien luego recuerda: “El 21 de mayo, a aproximadamente las dos de la mañana, un puesto de observación y escucha, que estaba hacia la boca del canal del estrecho de San Carlos, me trajo la información: se escuchaban ruidos en el canal. No se veía absolutamente nada, era una noche cerrada y fría”.
Por entonces, Reyes integraba un grupo compuesto por 21 hombres. Él estaba a cargo de un grupo de seguridad y otro de piezas (de armas de apoyo, con morteros y cañones de 105 mm). “Nos encontramos con la misión de alertar y demorar, a través de las armas que teníamos, el posible desembarco que, finalmente, se concretó a las dos de la mañana”, añade.
Pero, para los británicos, esta operación no fue simple pues, ante aquel aviso, Reyes se adelantó para confirmar los ruidos que sus camaradas habían oído. Eran voces y, a lo lejos, se divisaban algunas luces que marcaban la presencia de embarcaciones en el canal. “Eso originó que alertáramos a todo el personal y que los grupos que estaban en descanso pasaran a las posiciones de ataque. Aproximadamente, a la media hora de haber escuchado los primeros disparos, pudimos confirmar que estaban entrando por ese lugar, no solamente uno o dos buques, sino la flota. A partir de allí, las órdenes ya estaban dadas, y los procedimientos estaban repasados. Con la orden de fuego libre comenzamos con ese combate, a través de los morteros, hacia la flota”, cuenta.
Aquel instante marcaría un antes y un después en la guerra. “Recuerdo ver al sargento Colque tirando con los morteros, ya habiéndole ordenado empezar el repliegue. Tiraba hasta el último proyectil. Recuerdo la boca de los dos morteros 81, enterrados en la turba, y a él con sus piezas, batiendo la derrota del canal. Le tuve que repetir, en dos o tres oportunidades, que iniciábamos el repliegue. La misión ya estaba cumplida y la fuerza ya estaba alertada sobre el ingreso de la flota británica al canal”, confiesa Reyes.
La llegada de las tropas británicas a las islas no fue nada sencilla. Los ingleses se encontraron con hombres dispuestos a todo para defender nuestra soberanía sobre las islas. Los bravos del 25, como se los conoce por su coraje, hicieron todo lo que estaba a su alcance para demorar el desembarco británico y hasta llegaron a avisar a Puerto Argentino.
Incluso la bravura que los caracterizó se hizo sentir en aquel momento en el que un helicóptero británico intentó aterrizar en la isla: ellos dispararon contra la nave y evitaron la maniobra.
“MALVINAS, PARA MÍ, ES LA GLORIA DE QUERER VOLVER”
Pese al valor puesto en el combate, San Carlos quedó en manos británicas. El equipo se reunió para replegar: faltaba la sección Gato.
“El mismo 21 de mayo, luego de ese combate con el SAS, en el que fue tomada prisionera la base de fuego de la fracción, yo logré evadirme. Habiendo comprobado que mis soldados habían sido tomados prisioneros junto con algunos suboficiales, comenzó un recorrido que duró hasta el 11 de junio”, explica el general.
Entonces, comenzó la evasión y escape que tenían como objetivo el poder tomar contacto con la propia fuerza: “Es decir, no podíamos ser tomados prisioneros porque la guerra continuaba y estábamos en condiciones de seguir combatiendo”.
Fue una odisea: sin alimentos, sin abrigo, y por la retaguardia del dispositivo enemigo, buscaron llegar a Puerto Argentino. “Sabía que tenía que hacer un envolvimiento por un cerro denominado Bombilla y, de ahí, llegar a Puerto Argentino. Teníamos que recorrer cerca de 80 o 90 kilómetros. Debíamos hacerlo en la turba, donde hay mucha humedad y el frío reina. Eso nos fue desgastando. Pudimos salir de la zona de San Carlos y, aproximadamente al tercer o cuarto día, caminando de noche, nos desplazábamos con cierta libertad”, relata Reyes.
Esta situación provocó que algunos de ellos adquirieran afecciones como la del “pie de trinchera”. “Fue duro por todo lo que se vivió. Fuimos tomados prisioneros en una localidad llamada New House. Por entonces, después de tantos días sin comer y de movernos para intentar llegar a nuestras posiciones, la aptitud combativa había sido realmente perdida. Además, la munición se había perdido en el combate. Ahí terminó nuestra guerra, un 11 de junio, sin saber que ya había caído Darwin, sin apreciar que la fuerza inglesa estaba a las puertas de Puerto Argentino y que, en horas, caería”, recuerda.
Por sus hazañas, los legendarios hombres del 25 fueron reconocidos en varias oportunidades. Sus historias de bravura y el desempeño de los efectivos son relatos que recobran sentido camino a los 40 años de Malvinas. Sus historias mantienen viva la causa y la memoria de nuestros héroes.
“Malvinas, para mí, es la gloria de querer volver y la esperanza de recuperarlas. Malvinas sigue siendo la misma, es una hija de nuestra Patria. Las vamos a recuperar, Dios y la Virgen quieran que no sea a través de la fuerza, sino por medios diplomáticos. Malvinas, para mí, es parte de nuestra patria”, reflexiona el integrante de la reconocida sección Gato.